lunes, 5 de octubre de 2020

Tal Vez, UNA ANÉCDOTA DE GUIDO

 

Tal vez, corra el riesgo de que me digan, “Así no era él”. Y, lo aceptaré sin ninguna condición. Tal vez, coincida con muchos en que la personalidad de Guido le hacía ganar amigos porque inspiraba confianza y respeto. Porque se le podía pedir un favor, una explicación y también una sugerencia, de acuerdo al trabajo a desarrollar.

No  todos los días salen personas que con tan poco, se comprometen en gestión y sin importarles el tiempo, ni estar mirando el reloj, tratan de cumplir el trabajo que se les encomiende.

Tal vez, mi cruce de palabras fue poco y recuerdo perfectamente la anécdota de las botas de caucho, cuando yo insistía  que la oficina de prensa se mudara al piso donde los obreros  depositaban los enseres de pinturas, guarañas  y un sinnúmero de objetos imprescindibles en sus jornadas de duro empleo, desmalezando, pintando, colocando luminarias y la especialidad de Guido, trazar las líneas que demarcan la legalidad en cada una de las canchas  de los 29 municipios que conforman la geografía tachirense.

El asunto fue que siendo yo el invasor, era Guido y su cuadrilla los que cuidaban de no entorpecernos. Las botas de caucho fueron la excusa para armar un reclamo que llevó a los obreros de infraestructura a mudarse a otro sitio y dejarnos la oficina a pleno confort de los periodistas.

“Esas botas huelen a verga Guido, no me deje esa vaina aquí”. Con todo y, que no lo conocía, creí que su respuesta iba a ser desproporcionada y respondona. Pero, ante mi asombro, recogió los pares de botas y pasándoselas por la nariz, esbozando su característica sonrisa me dijo,, “No señor Hugo, no se preocupe que aunque las botas no huelen mucho, ahorita paso todo al deposito”.

Ese es el Guido que me tocó conocer y seguir conociendo, con un poco más de confianza. La última vez que lo vi, lo sorprendí cerca de Lacor, en la Quinta Avenida. Estaban en el operativo de pintar los brocales. Le pedí que posara una foto para la nota. Intercambiamos pareceres y me dijo que ese era lo suyo, trabajar. “En casa no se que hacer. Aquí, por lo menos veo gente y saludo a los amigos que pasan de vez, en cuando”.

Los chamos que asisten a las canchas del Táchira, ni se imaginan que alguien que murió, muy joven, arriesgó su salud para que ellos tengan un lugar decente donde jugar con las medidas, más o menos exactas.

Adiós  mi pana..   



No hay comentarios:

Publicar un comentario