Tal vez, corra el riesgo de que me digan, “Así no era él”.
Y, lo aceptaré sin ninguna condición. Tal vez, coincida con muchos en que la
personalidad de Guido le hacía ganar amigos porque inspiraba confianza y
respeto. Porque se le podía pedir un favor, una explicación y también una
sugerencia, de acuerdo al trabajo a desarrollar.
No todos los días salen
personas que con tan poco, se comprometen en gestión y sin importarles el
tiempo, ni estar mirando el reloj, tratan de cumplir el trabajo que se les
encomiende.
Tal vez, mi cruce de palabras fue poco y recuerdo
perfectamente la anécdota de las botas de caucho, cuando yo insistía que la oficina de prensa se mudara al piso
donde los obreros depositaban los
enseres de pinturas, guarañas y un sinnúmero
de objetos imprescindibles en sus jornadas de duro empleo, desmalezando,
pintando, colocando luminarias y la especialidad de Guido, trazar las líneas que
demarcan la legalidad en cada una de las canchas de los 29 municipios que conforman la
geografía tachirense.
El asunto fue que siendo yo el invasor, era Guido y su
cuadrilla los que cuidaban de no entorpecernos. Las botas de caucho fueron la
excusa para armar un reclamo que llevó a los obreros de infraestructura a
mudarse a otro sitio y dejarnos la oficina a pleno confort de los periodistas.
“Esas botas huelen a verga Guido, no me deje esa vaina aquí”.
Con todo y, que no lo conocía, creí que su respuesta iba a ser desproporcionada
y respondona. Pero, ante mi asombro, recogió los pares de botas y pasándoselas
por la nariz, esbozando su característica sonrisa me dijo,, “No señor Hugo, no
se preocupe que aunque las botas no huelen mucho, ahorita paso todo al deposito”.
Ese es el Guido que me tocó conocer y seguir conociendo, con
un poco más de confianza. La última vez que lo vi, lo sorprendí cerca de Lacor,
en la Quinta Avenida. Estaban en el operativo de pintar los brocales. Le pedí
que posara una foto para la nota. Intercambiamos pareceres y me dijo que ese
era lo suyo, trabajar. “En casa no se que hacer. Aquí, por lo menos veo gente y
saludo a los amigos que pasan de vez, en cuando”.
Los chamos que asisten a las canchas del Táchira, ni se
imaginan que alguien que murió, muy joven, arriesgó su salud para que ellos
tengan un lugar decente donde jugar con las medidas, más o menos exactas.
Adiós mi pana..
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